El IMEFE junto con investigadores de la UJA en la dirección ejecutaron de noviembre a marzo una primera fase de trabajos en el primer tramo del camino, en los que localizaron la puerta principal de acceso y descubrieron el pavimento original.
La Universidad de Jaén y el Instituto Municipal de Empleo y Formación Empresarial (IMEFE) del Ayuntamiento de Jaén han documentado el trazado y las estructuras que conforman el sendero medieval que asciende hasta el Castillo de Santa Catalina, recuperando el primer tramo del mismo. Una senda que, pese haber sido trazada en época medieval, estuvo en uso hasta el siglo XIX.
Los trabajos fueron ejecutados de noviembre de 2019 a marzo de 2020 por la Escuela Taller del módulo de Jardinería, dirigida por Manuela Moral e impartida por los monitores José Requena y Manuel Barneo, bajo la dirección arqueológica de los investigadores del Departamento de Patrimonio Histórico de la Universidad de Jaén María Victoria Gutiérrez y Juan Carlos Castillo, contando además con la colaboración de un amplio equipo técnico de arqueólogos y topógrafos pertenecientes al Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la UJA.
En concreto, las tareas desarrolladas desde noviembre del pasado año han consistido en la limpieza y desbroce de los depósitos de tierra vegetal y maleza que cubrían y ocultaban el primer tramo del camino medieval. Entre los resultados obtenidos destaca, por un lado, la localización de la puerta que abría el principal acceso al camino, de la que se han registrado dos grandes pilares cuadrangulares de mampostería. Por otro lado, la localización de la base geológica totalmente pulida y alisada, “lo cual nos indica que ésta conformaría el pavimento original del sendero, que estuvo deslindado por un lado por los propios afloramientos rocosos del terreno, recortados y trabajados para encajar la senda, mientras que por su lado opuesto, estaría delimitado por una serie de paratas de mampostería irregular, de las que en algunos tramos tan solo se conserva su cimentación”, explica la arqueóloga María Victoria Gutiérrez.
El estudio, limpieza y recuperación de estas paratas ha sido el objetivo de esta primera fase de actuación, identificándose su técnica constructiva y su aparejo, además de dejar patente su estado de conservación y patologías. “Con estos trabajos hemos logrado obtener una documentación trascendental y numerosas evidencias que van a resultar imprescindibles para la proyección de futuras fases de trabajo, que conducirán a la recuperación de todos los elementos, para lo cual se seguirán las directrices marcadas en el proyecto de obras de rehabilitación y puesta en valor del sendero, redactado por el arquitecto Manuel de Toro Codes”, declaran los investigadores de la UJA.
Según las primeras interpretaciones, este sendero, que discurría ascendiendo por el interior de un amplio recinto amurallado, presentaba en su inicio una evidente bifurcación que deja constancia de la existencia de un riguroso control, al separar aquellos transeúntes que ascendían a pie, de aquellas otras personas que lo hacían con carretas u otros medios de transporte, confluyendo ambas vías en un punto estratégico del interior, a partir del cual el camino se unificaba. Paralelamente, esta actuación ha permitido conocer y verificar no solo el origen medieval de sus estructuras, sino que también ha puesto de manifiesto las profundas transformaciones a las que fue sometido en la primera mitad del siglo XIX, tras la ocupación de la ciudad por las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia. “Nos referimos a los elementos defensivos creados entre 1809 y 1811, con el fin de consolidar y reforzar las defensas de la primitiva alcazaba medieval, aislándola de manera significativa del núcleo urbano. Son todas ellas estructuras que quedaron perfectamente reflejadas en la cartografía histórica de la época elaborada tanto por ingenieros militares franceses como españoles”, asegura Juan Carlos Castillo, catedrático de Historia Medieval de la UJA.
“Desgraciadamente son muchos los interrogantes y estructuras que aún están soterradas en toda la ladera norte del cerro, las cuales deberán recuperarse e integrarse en un amplio proyecto que tenga como cometido principal la revitalización de este amplio espacio periurbano de la ciudad de Jaén, un sector que cuenta con unos importantes valores patrimoniales tanto a nivel histórico como natural”, declara Juan Carlos Castillo. En este sentido, los investigadores de la UJA apuntan que aunque los resultados obtenidos han sido “bastante significativos y elocuentes de la riqueza arqueológica de este enclave”, esta actuación supone solo el inicio “debido al empaque y la complejidad de las estructuras allí existentes, lo que por otro lado, ha evidenciado la inviabilidad de que su absoluta recuperación pudiera lograrse en un marco temporal tan corto, cuatro meses, que es el periodo de duración de la formación del alumnado de la Escuela Taller del IMEFE”.
De esta manera, la trascendencia de los resultados han aconsejado al equipo de arqueólogos, en estrecha colaboración con el presidente del IMEFE, Francisco Díaz y la gerente de la entidad, Manuela Ávila, a estudiar la posibilidad de llevar a cabo nuevas actuaciones centradas en los siguientes tramos de esta vía y en los elementos que la conforman, representando la completa recuperación de este sendero uno de los proyectos prioritarios para el Instituto Municipal de Empleo y Formación Empresarial. Así, desde IMEFE se plantea la elaboración de nuevos proyectos para la generación de empleo, que se presentarán en el marco del programa AIRE, promovido por la Junta de Andalucía, y que conllevará a la contratación durante 8 meses de hasta 10 peones para la realización de futuras excavaciones arqueológicas, que también estarán dirigidas por los investigadores de la Universidad de Jaén.
Antecedentes
Los primeros estudios históricos arqueológicos se llevaron a cabo en el Cerro de Santa Catalina entre los años 1991 y 1993. Su objetivo era convertirse en el preámbulo de un interesante y ambicioso proyecto de restauración de la muralla medieval situada en su ladera norte, ideado por la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía y redactado por los arquitectos Eduardo Chiquero y Enrique Moreno. Estos importantes estudios fueron ejecutados por un grupo de arqueólogos giennenses (José Luis Castillo, María del Carmen Pérez, José Luis Serrano y Juani Cano), que documentaron importantes estructuras y niveles de ocupación histórica de la zona, que se remontaban a la Prehistoria y perduraron hasta el siglo XIX. Pero sobre todo, estas investigaciones iniciales resaltaron la importancia que en dicho espacio tenían varios elementos. En primer lugar, la propia muralla medieval, constatándose que originalmente fue edificada en época ibero-romana. Junto a ella, los restos de la primera alcazaba de la ciudad de Yayyan, incluido su primer espacio palatino. Finalmente, el trazado fosilizado del camino medieval, que enlazó la ciudad de Jaén con los alcázares edificados en la cumbre del cerro de Santa Catalina.
De forma paralela, entre 1992 y 2002 se llevaron a cabo las primeras investigaciones histórico-arqueológicas en el Alcázar Nuevo, el recinto fortificado mejor conservado de los alcázares que ocupan la cumbre. Estos trabajos fueron dirigidos en dos fases por los arqueólogos Juan Carlos Castillo, María del Mar Marín y María del Carmen Pérez, contando con las preceptivas autorizaciones de la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía y el apoyo financiero del Ayuntamiento de Jaén. Su objetivo principal era servir de base de un proyecto de consolidación y restauración de esta fortaleza.
Desde hace más de dos décadas, el equipo de arqueólogos del Área de Historia Medieval y del Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén de la UJA demandan de manera reiterada a las administraciones competentes, actuaciones concluyentes para la investigación, consolidación, restauración y musealización de todos los elementos histórico-arqueológicos presentes en el Cerro de Santa Catalina de Jaén, un rico patrimonio que se encuentra actualmente en un estado inminente de ruina, según señalan los expertos. “Se trata de unos bienes con un importante valor cultural, ubicados en un amplio y significativo espacio medioambiental, que requieren de la atención y el cuidado de la sociedad giennense y de nuestras administraciones”, concluye Juan Carlos Castillo.